miércoles, 29 de junio de 2011

Vivir a lo Peñarol


“Como si hubiera sido ayer, este gol me da vueltas en la cabeza con nitidez. A partir de ese momento, mi cuerpo le hizo lugar a la pasión y fue Peñarol el equipo que lo llenó”, dice Maximiliano Patri, de 22 años de edad, mientras mira un video del conjunto carbonero.

El 12 de noviembre de 1997, en una noche cálida de Montevideo, Peñarol conquistaba su segundo quinquenio en la historia. Fue después de vencer 3 - 0 a Defensor Sporting. El tercer gol lo marcó uno de los ídolos más grandes en la historia reciente del club, el Tony Pacheco.

Ese día, los hinchas vivieron un hecho histórico. En un estadio repleto, los parciales aurinegros vieron cómo su equipo conseguía un logró que los marcaría. Maxi, que tenía 8 años, presenció el encuentro desde su casa en el barrio Peñarol.

“Lo grité con tanta fuerza que desperté a mis padres. Mi madre se pegó flor de susto”. El gol del Tony Pacheco marcó un antes y un después en su vida. A partir de esa noche de noviembre, comenzaría a darse cuenta lo que le representa ese equipo. “Es tan importante como mi familia o amigos. No tengo recuerdos de mí sin ser hincha del carbonero”.

Maxi es un joven extrovertido y simpático, pero tiene un carácter fuerte. “En casa ya le conocemos sus estados de ánimo. Cuando está empacado ni le hablamos para evitar problemas”, cuenta Mario -su padre- con una sonrisa, mientras le toca la cabeza. “Lo que destaco de Maxi es que nunca se da por vencido. Cuando tiene que hacer algo, ya sea de estudio u otra actividad, agota hasta el último recurso para lograrlo”.De esta manera, Maxi lleva adelante una forma de vida que le transmitió su propio equipo.

¿Cuál es tu peor defecto? “Soy muy jodón, me río casi todo el tiempo. Siempre lo hago para divertirme, en una bien. Pero muchas veces, sin darme cuenta, lastimo al otro. Es un defecto que lo tengo desde chico, intenté cambiarlo, pero soy así”. Esta característica de Maximiliano, lo hizo tener discusiones con varias personas. “Pero después que me conoces bien, te das cuenta que soy un buen loco”.

Su familia está compuesta por sus padres -Mario y Liliana- y sus hermanos –Juan Pablo y Franco-, que nacieron cuando Maxi ya recorría la adolescencia. “Fui hijo único durante gran parte de mi vida. Recién a los catorce años supe lo que era ser hermano.  Ahora, viendo mi vida con ellos, me doy cuenta todo lo que me faltó durante esos años”.

Los melli – sus hermanos- tienen siete años y son fanáticos de Peñarol. Ellos tienen una razón para ser hinchas de este equipo: su hermano mayor. “Por suerte no tuve problema en hacerlos de mi cuadro. Se fueron dando cuenta de lo que significa. Ahora les encanta ir al estadio y mirar cada partido”.

Sin embargo, él no tuvo un hermano mayor ni un padre que le inculcara el amor por esta camiseta. “Lo más raro es que mi padre no es hincha del manya. De chico era de Nacional. Ahora dice que es de Peñarol, pero por nosotros”.

¿Cómo nace tu amor por este equipo? “El responsable es mi abuelo materno, Nelson. Él es un fanático desde hace más de setenta años y tuvo la suerte de verlo campeón de todos los torneos que disputó. A mi tío, el hijo de Nelson, no le gusta el fútbol. Si bien es manya, no lo siente con tanta pasión como mi abuelo”. Maxi es quien heredó ese fanatismo que los une tanto. “Futbolísticamente hablando él es como mi padre y yo como un hijo para él”.

Desde hace cuatro años, Maxi está de novio con María Eugenia. La conoció en el liceo gracias a una amiga que tenían en común. “Le conté a Vale, una amiga mía, que me gustaba una chico más grande. Resultó que ella lo conocía”, si bien Maru –como le dice su novio- se enojó con su amiga en un primer momento, reconoce que gracias a ella comenzó a hablar con Maxi.

A pesar de llevarse muy bien, ella tiene una particularidad que parece poco compatible con él: es hincha de Nacional. “En realidad no me gusta el fútbol, soy de Nacional para pelear a Maxi. Eso sí, a veces odio a Peñarol porque nos saca tiempo juntos. Hasta me hace pensar que es más importante que yo”, cuenta María Eugenia, entre risas.

¿Por qué les saca tiempo juntos? “Nosotros tenemos un noviazgo diferente a otros. Por razones de estudio y otras actividades podemos estar juntos solo los fines de semana. Pero el día que juega no nos podemos ver”.

Ella es muy importante en la vida de Maximiliano. Fue la primer y única novia que tuvo y la relación se mantiene tan firme como el primer día. “Somos muy compañeros. Además de novios, somos amigos. El año pasado viví una situación difícil que pude superar gracias a él. Cuando pierde soy la única que lo pone de buen humor”, explica Maru.

Además de ella, hay otras personas cercanas a Maxi que tiene gustos futbolísticos diferentes a los de él. “Algunos de mis mejores amigos son de Nacional. El cuadro no es determinante en cuanto a la relación que tengo con las personas. Pero de fútbol, con ellos, no puedo hablar porque siempre termino peleándome”.

Con Federico son amigos desde que tienen seis años y es una de las personas que mejor lo conoce. Él es completamente diferente a Maxi: es muy tímido, pero se complementan muy bien.

¿Que lo hace buen amigo? “Siempre te apoya y sé que puedo contar con él en cualquier momento. Si necesito un consejo, es a Maxi a quién acudo”, asegura Federico, un fervoroso hincha de Nacional. No somos de pelear, pero cuando de fútbol se trata podemos tener discusiones eternas. Por eso,  evitamos hablar de nuestros equipos”

Otro de los rasgos que destaca Federico es la pasión que tiene Maxi en todos los aspectos de la vida. “Todo lo que hace, trata de hacerlo de la mejor manera posible. Cuando se compromete con algo, pone lo mejor de sí para lograrlo y  muchas veces lo consigue gracias a su autoconfianza”.

En el colegio siempre estaban juntos. “Se trataba de una dupla muy graciosa. Eran como el gordo y el flaco. Maxi, en su niñez era gordito y bien pelirrojo. Fede, era bien flaco y bajito”, cuenta Alicia, la maestra de Maxi en tercero de escuela. “La verdad que siempre fue una persona divina. Rebelde y pícaro, pero encantador”.

Estudia Comunicación en la Universidad de Montevideo. Está en cuarto y “sí Dios quiere” se recibe este año. Su idea es ser periodista y trabajar en televisión aunque sabe que es difícil. “A veces tengo miedo de no conseguir trabajo como periodista. Sé que la voy a tener que pelear, pero es lo que me gusta. No  me veo haciendo otra cosa”. Para él, lo fundamental en la vida es perseguir los deseos personales y tener confianza de que, si actuamos bien, todo llega.

Como estudiante es aplicado, aunque bastante revoltoso y charlatán. “Por suerte, Maxi nunca nos dio trabajo en los estudios. Siempre fue un buen estudiante y estamos orgulloso de él”, asegura su madre Liliana.

Cada fin de semana, Maximiliano va a ver al equipo de sus amores. No hay cumpleaños ni exámenes que lo alejen del estadio y reconoce que eso le trajo muchas peleas con sus padres y su novia. “Hace un par de años, el clásico con Nacional se jugó el día de la madre. Mi viejo hizo un asado para festejarlo, pero yo me fui al estadio. Por suerte mi madre me entiende”.

Siempre va con los mismos cinco amigos. Para él, ir al estadio es una rutina. “Los fines de semana que no jugamos es como si me faltara algo. Además, es una excusa para verme con mis amigos”.

El pasado jueves 2 de junio, Maximiliano y sus amigos vivieron uno de los momentos más felices de sus vidas. “Viajamos a Argentina a ver al manya por la Libertadores. Le ganamos la serie a Vélez y clasificamos a la final. Estar en otro país y ver a tanta gente con la camiseta de mi equipo fue realmente emocionante”, cuenta Maxi con los ojos llenos de lágrimas.

Pero muchas veces, los resultados no son los que el hincha espera, es entonces cuando, según Maximiliano, se ve quién quiere a Peñarol realmente. “También tuve muchos partidos malos. En el 2005 cuando, por culpa de la barra brava, nos sacaron más de 10 puntos y quedamos últimos en el torneo, fue difícil de asumir. Viví muchos clásicos perdidos, campeonatos malos, etc. Pero esos momentos complicados son los que me hacen quererlo más. Porque los verdaderos hinchas son los que están en las malas y no solamente en los buenos momentos”.

¿Peñarol no te quita más de lo que te da? “Es verdad que por mi equipo gasto dinero y pierdo tiempo que podría destinar al estudio o a estar con mi familia y mi novia”. Sin embargo, le brinda algo que va más allá de lo material. “Cuando gana me genera una alegría inmensa. Lo que siento por el carbonero es algo inexplicable”.

Se dice que ganar a lo Peñarol es dejando todo en la cancha, dando hasta el último esfuerzo por conseguir la victoria. Así vive Maximiliano: siguiendo sus deseos y brindándose por conseguirlos. Porque para él, Peñarol es mucho más que un equipo de fútbol: es una forma de vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario